jueves, septiembre 16, 2010

Después de un buen tiempo

He estado muy ocupado, no están ustedes para saberlo, ni yo para contarles por qué.
Dejo esto que tenía escrito y le faltaban dos enunciados, creo que han quedado mejor de lo que estaban.

No encontré

No he encontrado espacio suficiente,

en el lugar más escondido y fantástico,

porque en el papel infinito del olvido,

no puede ocultarse lo tácito.


Busqué en las rocas de una selva;

abandonada, discreta y húmeda;

entre la hoja, la sabia y la bruma,

palabras fértiles en esa tierra.


Caminé a solas por el sendero,

donde se oculta en la uña el polvo;

lugar lleno de humedad fétida,

de memorias que tienen sepulcro.


No he encontrado espacio suficiente;

en el más blanco de los espacios,

en la más oscura de las mañanas,

para olvidar el último pacto.


Lo pinté de verde para confundirlo,

entre un puño de esmeraldas rotas,

en la exhalación del mar en cada ola,

para ocultar por un tiempo la derrota.


Viví en un espejismo de días eternos,

resucitando los segundos muertos,

que dejaron el único rezago:

del último beso, el último abrazo.


No he encontrado espacio suficiente;

en la boca más fina y afrutada,

en el dolor breve de la mordida,

para recordar como te llamabas.


No te he olvidado, sigues latente;

eres el eco que siempre retumba;

que se pudre, hiede y retuerce,

porque se mantiene paciente.


Quise perderlo en la bruma,

apartarlo y quemarlo en el viento,

pero la lucidez y la amargura,

impidieron despojarme a tiempo.


No encontré razones suficientes,

para volver a creer otra vez,

en una idea impresionista,

que se disfraza de mujer.


No encontré tiempo suficiente;

para tomar la idea de donde estaba,

para recordar porque la guardé

y pedir una tregua otra vez.


No encontré la fortaleza única,

en la convalecencia menguante,

para soportar la herida final;

el inicio de la última parte.


lunes, julio 05, 2010

Perder

No hay peor cosa que perder algo. Porque en el mejor de los casos, después viene el olvido, en el peor la melancolía y en el más trágico la negación. Perder algo puede significar el simple hecho de perder las llaves, luego recuperarlas y nunca darnos cuenta de qué hubiera pasado si realmente las hubiéramos perdido. Por lo tanto, eso realmente no es perder, es olvidar dónde lo hemos dejado.


Pude perderme, no encontrar dónde estaban mis manos. La ausencia de sonidos en mi cabeza me llevó a creer que también había perdido la voz. Caminando, me encontraba solo, quizás también había perdido el rumbo. Luego en las noches, entre los rumores de la calle nadie podía verme, ¿Me perdí yo?


Encontré entonces, un montón de miedos regados en el suelo, papeles sin dueño pisoteados por el andar de una ciudad. Pude salvar algunos, pero los demás, esos creo que también los perdí. En mi bolsillo izquierdo cercano al corazón, guardaba un recuerdo, un retrato, una cena, un abrazo, sé que guardaba algo. Mi bolsillo se vació, quedó libre, sin recuentos, rencores, ni fotos, ni cenas, ni nada, ni nadie.


Fue entonces que decidí vaciar todos los bolsillos. Sacar de todos, lo que alguna vez había importado. No me había percatado de todo lo que llevaba cargando. Los dejé limpios de nuevo. Sin razones, justificaciones, juicios, viajes, sin gente, sin regalos y mucho menos, ideas que nunca existieron en la realidad. Por fin, perdí todo lo que quería perder y encontré a quien se había perdido. ¿O era sólo que olvidé dónde me había dejado?

miércoles, junio 16, 2010

Tempo

Hay tiempo para todo. Tiempo justo. Tiempo relativo y aproximado. Pero el tiempo, tiempo es. Lento o rápido, justo, injusto, paciente, exacto, lejano, útil o en vano. Nos parece tantas cosas y nos pasamos la vida explicándolo.

El tiempo contiene; almacena momentos donde ocurren las ideas, las aberraciones y las ligerezas. Un recipiente de todos los líquidos; de los pensamientos más viscosos, de las noches con la compañía más bella y los rencores más belicosos.

El tiempo es un lugar donde nos refugiamos intentando encerrar a los segundos que se comen el futuro. Nosotros, perecemos ante su voluntad de continuar, sin explicar el por qué de su correr tan rápido en la felicidad, ni por qué tan lento cuando existe el llanto. El tiempo no conoce nuestras palabras, nuestro anhelos. Nos detiene y nos explica, No hay nada que pensar, sólo soy un lugar. Aquí nosotros decidimos qué sentimientos colocar, uno sobre otro, en una torre interminable de naipes, donde el último siempre puede derribar a los demás.

El tiempo se expone, se deja manipular. Nos engaña. Nos permite colocar nuestras ideas, nuestros lugares, nuestros instintos y nuestras personas. Ese tiempo es nuestro, siempre el mismo. Un triángulo reutilizable por ocasiones infinitas que siempre terminan por abrumarnos. El tiempo no crea retratos, ni lugares favoritos, ni amores, ni amistades. El tiempo no nos recuerda y nosotros insistimos siempre en recordarle lo que fuimos.

jueves, junio 03, 2010

Despertar en soledad - El Despertar de la soledad

¿Cuántas veces despertamos en la vida? ¿Es acaso una sola? ¿Cuentan todas aquellas en las que salimos del sueño? Una persona promedio, si despertara una ocasión por día, a los sesenta años habría despertado poco más de 20,000 veces.

De entrada, el hecho en sí, merece un análisis profundo, pero vamos más allá. ¿Qué hay del cómo despertar? Porque estamos de acuerdo, ¿no? H­ay distintas maneras de despertar, aunque podríamos reducirlas a sólo dos; despertar solo o acompañado. En cualquiera de las dos, hablar de soledad o compañía, nos demanda puntos de vista más subjetivos.

Podemos hablar de soledad como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía (RAE, 2010). Pero nos quedaríamos cortos, ¿no es cierto? Porque la soledad es también, un estado natural en la consciencia del ser humano. La compañía no siempre involucra la ausencia de soledad y viceversa. Es decir, involucra al pensamiento, la obra, el espíritu, etcétera. ¿O cómo podemos explicar tanta soledad, o tanta compañía?

Eso tal vez responda a la pregunta del por qué nos sentimos tan solos en la multitud, o acompañados en el solitario de una habitación. Quizás la soledad no se refiere sólo a la compañía, ni a la ausencia de ella. Está claro entonces, que en la soledad podremos encontrar tanta compañía como deseemos. Por lo tanto, la pregunta es; ¿La verdadera compañía se logra en soledad? Si es así, estamos destinados a estar solos, siempre, en todo momento, si queremos disfrutar de la verdadera compañía. ¿Dónde queda entonces la compañía de otra persona? El contacto, la sociedad, el roce, las caricias.

Podemos compartir el tiempo, el espacio, el dinero, el taxi. ¿Podemos compartir la soledad?

Yo creo que sí. Si lo pensamos, no hay forma más genuina de compartir, que entregarle la soledad a otra persona. La capacidad de quedarse viendo a los ojos sin decir nada, sin pensar nada. La oportunidad de saber que está ahí, sin necesitarle para salir corriendo despavoridamente por él o ella. Resulta pues que si podemos compartir la soledad, lo podemos compartir todo. Aceptar la soledad de alguien significa ser capaz de recibirla sin tocarla, sin intentar modificarla, de tenerla lo suficientemente cerca y no romper con ella. Poder admirarla y simplemente entender, que nunca será nuestra.

domingo, abril 04, 2010

Precipicios

Estás en uno de esos días, donde te pararías al borde de un precipicio y tendrías el valor de tirarte a volar. Por el contrario, quizás es uno de esos días donde el precipicio tiene pocos metros de fondo y, en realidad, sólo se trata de enfrentar tu miedo a las alturas; traes una soga de miedo amarrada a la cintura y “purititas” ganas de tirarte a llorar porque amas el suelo y no quieres dar un paso en falso.

Cuando nos detenemos frente a esos precipicios y la soga es todo aquello que nos detiene, todo se complica. Nuestro suelo no es más que el día a día, la constancia, el status quo, lo cotidiano, lo mismo, lo de siempre. ¡Cuántas ganas de correr y dejar todo eso atrás! ¡Cuánto miedo de permanecer en ese suelo! Quizás, siempre deberíamos de tener el valor para saltar cuando es debido…nunca llorar. Porque a veces, esos golpes contra precipicios tan bajitos no hacen otra cosa que liberarnos de las ganas de separar las puntas del suelo y dedicarnos a volar.

Yo, ¿Cuántas veces he brincado? ¿Tú? No sé, tal vez siempre me han aventado.

lunes, marzo 29, 2010

Baúl

Los últimos días, he tenido la fortuna de trabajar demasiado. Quizás el trabajo se convirtió en el eje rector de mi vida por unos meses. Tal vez, lo seguirá siendo. Pero hoy tengo la oportunidad de encontrar el descanso. Un descanso que siento merecer, como pocas veces.

Si alguien de ustedes pudiera estar unos minutos en mi cabeza, jamás encontraría una sola idea suelta. Por ejemplo, hoy quisiera aprovechar para hablar la película que vi y me gustó, “The Blind Side”, sin embargo, quisiera también hablar de los que se fueron.

Aquellos que se fueron, los que en algún punto de mi vida fueron casi todo y que ahora son casi nada. O los otros que siempre se van, pero también irremediablemente están. Pero hoy, en realidad, quisiera hablar de las que se van y se les agradecería nunca volver. De las que es latente su regreso, tanto como lo fue su partida. Un detonante en cámara lenta que promete volverse mudo antes del estallido. Con recuerdos en el centro de un espiral acuoso que, apenas tocado, se vuelve difuso. Son todas aquellas ideas que esperan caer en coma y nunca llegar al papel.

Si no vuelven les prometo un sacra sepultura; al lado de los recuerdos de la niñez, entre los peores traumas y las más grandes amarguras. Estén seguras que de ahí, jamás las traeré.

lunes, marzo 22, 2010

Este post se niega, rotundamente, a ser publicado.

Desde hace mucho que he dejado de escribir para un blog. Es más, creo que dejé de hacerlo cuando tuve que escribir por mandato, no por imposición. Pero recibir dinero por escribir realmente puede ser un dolor de cabeza. Quizás por eso me alejé de las posibles publicaciones, editoriales, concursos y de todo ese “mundito” que significa los escritores. A mi me gusta leerlos, analizarlos, degustarlos. Pero hablar con ellos, frente a frente, tal vez no es lo mío.

Los lectores de este blog, para el momento de esta publicación, deben ser escasos, si acaso dos amigos despistados. ¿Por qué? Sólo no pudieron quitarse la curiosidad de qué demonios habría escrito ahora. Hace ya algunos meses, saqué mi cuenta en wordpress. Sin embargo, quería un mejor diseño gráfico de la página y se me olvido pedirle a alguien que me ayudara. Ahora, hago este post, para un blog triste y desamparado.

No prometo volver a escribir pronto, porque son promesas que quizás no pueda cumplir. Lo que si prometo, es que si este blog ha de morir de algo, no ha de ser de hambre de palabras. Porque las palabras no se han detenido de mis dedos, siguen fluyendo, en las hojas que jamás serán publicadas.

El hecho de publicar, se volvió un proceso de autoflagelación por la ausencia de la perfección literaria digna de imprimirse y ser leída. Un rictus de dolor en cada palabra que pudo y no fue colocada de la mejor manera. Del que hubiera sido, si las palabras se hubieran resbalado de distinta manera sobre la hoja. Sin embargo, no hay mejor manera de explicar algo sino con palabras.

Si alguien se había preguntado donde estuve, sigo aquí. Estoy tan sólo como en un inicio y tan acompañado como siempre. Con las cabeza que, de vez en cuando, se enfrenta a un ciclón que deja a su paso un montón de ideas incoherentes que se visten de palabras desnudas, todo…sigue aquí.

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