Después de un buen tiempo
No he encontrado espacio suficiente,
en el lugar más escondido y fantástico,
porque en el papel infinito del olvido,
no puede ocultarse lo tácito.
Busqué en las rocas de una selva;
abandonada, discreta y húmeda;
entre la hoja, la sabia y la bruma,
palabras fértiles en esa tierra.
Caminé a solas por el sendero,
donde se oculta en la uña el polvo;
lugar lleno de humedad fétida,
de memorias que tienen sepulcro.
No he encontrado espacio suficiente;
en el más blanco de los espacios,
en la más oscura de las mañanas,
para olvidar el último pacto.
Lo pinté de verde para confundirlo,
entre un puño de esmeraldas rotas,
en la exhalación del mar en cada ola,
para ocultar por un tiempo la derrota.
Viví en un espejismo de días eternos,
resucitando los segundos muertos,
que dejaron el único rezago:
del último beso, el último abrazo.
No he encontrado espacio suficiente;
en la boca más fina y afrutada,
en el dolor breve de la mordida,
para recordar como te llamabas.
No te he olvidado, sigues latente;
eres el eco que siempre retumba;
que se pudre, hiede y retuerce,
porque se mantiene paciente.
Quise perderlo en la bruma,
apartarlo y quemarlo en el viento,
pero la lucidez y la amargura,
impidieron despojarme a tiempo.
No encontré razones suficientes,
para volver a creer otra vez,
en una idea impresionista,
que se disfraza de mujer.
No encontré tiempo suficiente;
para tomar la idea de donde estaba,
para recordar porque la guardé
y pedir una tregua otra vez.
No encontré la fortaleza única,
en la convalecencia menguante,
para soportar la herida final;
el inicio de la última parte.